César Vélez
Uno frente al amor debería apelar a la locura o la muerte.
Amar duele.
Amar es como andar con el arma amartillada y lista para dañar a alguien.
Uno de mis querubines me pone un Tango monumental: Tomo y Obligo mándese un trago, de las mujeres mejor no hay que hablar, todas amigo dan muy mal pago, y hoy mi experiencia le vengo a contar...
Un ruido en el corredor que luego son gritos y voces y yo estoy pegado a ella escuchando los latidos de su corazón, afuera dos antes amantes se matan ¿Pero qué fuerza es esa que cambia de amor a odio en un instante?, dos seres que se desangran y mueren en nombre del amor y adentro, dos que se quieren devorar hasta que la capacidad no alcanza para más.
A la dama le lleno el bote de la blanca resina, ella lo sacude de forma maravillosa, sus senos campanean y sus gemidos son exactos, no necesita un trago para quitarse la vergüenza. Tampoco le causa culpa lo que ocurrió afuera.
Al otro día nos olvidamos el uno del otro, de los muertos recogidos, salimos entre una humareda de incienso y hierbas mágicas, nos separamos y le damos paso a una nueva aventura. Tendré que hacer reparar el arma, por si el enemigo me acecha no darle posibilidad de agarrarme con vida, y si una mujer viene a intentar arreglarme la vida también será meritorio blandir el metal.
Entre tinieblas me sumerjo vestido de negro, con la orden de volarle una pata a la trinidad y sus monumentales iglesias que dejan por fuera a los pobres, y dinamitar los centros educativos que no enseñan lo que en serio servirá en la vida. Me seguirán un filósofo existencilista apodado el Tapita, un Catedrático actor dramático, un suicida esquizófrenico, una dama feminista y un cabo patraña, y mil círculos más con rumbo a mi infierno lleno de ángeles y vaginas.
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