César Vélez
El mundo es bueno, lo malo es la gente.
Una escopeta me pone dos balines en la espalda a traición. Mi pene igual escupe en forma de abanico, a la muñeca de turno le causa gracia la acción. - Espera que me recupere a ver si te causa gracia - Pero no cobro aliento, me suscribo en un retiro espiritual y cuando llego allá compruebo de que es para parejas. Con vergüenza me invento que mi esposa está por llegar mientras busco un teléfono para contactar a alguna chica de la vida alegre para que simule ser mi esposa. No hay teléfono, pero esa misma noche una de las esposas de algún mortal escapa y me encuentra sentado en una piedra en frente del lago y dice que me conoce de no sé qué lado. ¡Una Prostituta reivindicada!. Le hago salir burbujas de entre las piernas y para mi alegría todo vuelve a la normal monotonía. Los casados son aburridos a no ser que cojan algún vicio juntos. Por el día era el Yoga y por la noche la espiritual arremetida tántrica del sexo, hasta que la esposa me dice que esta embarazada y que la criatura no es del esposo, pero tampoco mía ¿del espíritu santo? Ya retirado del retiro me cuadro a una gata con cara de coneja que lo hace integral, ella me comenta que tiene una amiga que es muda y virgen además y le quiere conseguir novio... No se diga más la mujer perfecta si siempre estuviera dispuesta. La muda grita sin embargo al primer empeño por quitarle el veto, y ya no me parece justo, me retiro y dejo el velo invicto.
Uno no es digno de jugar con los sentimientos ajenos para coger gratis. Se lo digo así a la gata con cara de coneja mientras se ríe, las mujeres saben medirse.
Uno por andar engomado con bajas pasiones se pierde lo de arriba.
Ya no piensa solo copula y el resto del acto es mecánico.
Es estúpido pensar para amar.
- Uno no quisiera que la novia se le vistiera así - le digo al Charlie que anda con una saeta oriental, me corrige que la raza asiática es la más fiel del mundo, y lo llego a comprobar cuando me sorprende con su chica medio pegados en un bar.
Para su beneplácito y ante la sorpresa de la China, nos batimos en duelo a puños, pero mientras peleábamos por la nena, ella se consiguió a otro y se fue.
Vuelvo a disparar al aire a ver si me cae encima un ángel del cielo.
Lo que cae es la muerte otra vez siguiendo a los que pensé jamás se iban a morir y a mí ni me miro la engreída.
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