EL TAPITA
Una luz roja simula perversidad, la sombras se entrelazan en actos sexuales que incitan como si la felicidad yaciera en tener el dominio sobre el otro.
La felicidad solo duraba lo que el orgasmo masculino.
El dinero lo mismo.
¿Pero quién lleva un libro a un motel?
La damita se avergüenza un poco de su desnudez, ha aumentado de peso, su sexo esta un poco flácido aunque sirve para lo mismo de siempre. - Los hombres son unos frescos - dice.
Ya no sé para que se pinta los labios si con los besos se va a remover. Me prohíbe los besos y entonces, usa ese perfume frugal que hipnotiza, que desborda, que da luz verde a cualquier apatía que se le ocurra en ese momento.
Se mueve fenomenal, y lo que intenta es un ejercicio rápido e informal, esta pensando en alguien más, en otra tarifa, en otra ilusión para mañana.
Lo sé porque no lubrica, ni gime, solo se dedica a el impulso involuntario, su amor es pura hipocresía, así no se puede, así el amor es una tortura.
Le engaño también, no he terminado y simulo soñar, ella toma el dinero, deja todo ordenado, se ve por ultima vez al espejo y desaparece. Afuera ya la espera un auto, todo un señor que le ofrece el dinero que nadie más.
Me quede allí imaginando un paraíso para ella y un infierno para mí, las cosas pasan y a veces no es lo que uno cree como pasan.
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