EL TAPITA
No se tiene otra alternativa que enredarse,
hablar, hacer sociedad porque la soledad
dicen da qué pensar, lo diferente es rechazado.
Yo escribo en la cama, mientras ella se viste, la luz es tenue, la ventana esta sellada, abro otra para que entre la luz, ella se muestra dispuesta a su tercera vez, me excita de alguna manera, dejo a lado los escrito, antes de advertir que hay alguien observando desde la ventana que he abierto, es un chico y mira con una atención única, solo quiere aprender, lo dejo, pero cuando ella lo descubre se sobresalta, las mujeres no deberían ocultar nada, ser tan transparentes y evitar así la perversión en la mente masculina. Cierra la ventana y luego pierde el interés. Pero le someto en la pose del misionero, pienso entonces que el sexo se ha aventurado también hacia lo religioso, hay que arrodillarse para pedir perdón, ella de nuevo intenta la faena ligera, no le funciona, la música empieza en una habitación contigua, lo mismo que gemidos y gritos -Debe ser una chiquilla - dice, molesta porque ya no está para eso, ni yo. El calor hace sudar, nos vemos pegados y sucios, la ducha y luego no nos reconocemos, estamos cansados de ser nosotros mismos, ajenos a la pasión, dueños solo de lo que tenemos, sin otro trámite salimos a la calle a confundirnos entre la sociedad para reconocer que hay más de una sociedad.
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